Becada, la gran caza invernal

Recuerdo mis primeras jornadas de caza de becadas, en las que me empeñaba en encontrarlas en los sitios que me parecían los mejores y día tras día no encontraba ningún pájaro y mis perros no tenían ocasión de mostrar nada, porque nada había por la zona, porque estaba más interesado en buscarlas donde me parecía bueno a mí que en ir a donde sin duda ellas preferían estar. Todos estas jornadas, aparentemente perdidas, me resultan ahora sumamente provechosas, porque al final aprendí que no podemos poner nuestro empeño en buscar donde no hay, sino que lo importante es aprender y conocer dónde gusta el ave de pasar el día, dónde puede o no encontrar alimento y qué clase de terrenos son sus preferidos, en lugar de buscar claros del bosque que ofrecieran un disparo fácil o por los que fuera más fácil andar.
Y es que aunque parezca obvio, para encontrar algo, no hay nada mejor que buscarlo donde está. Sin embargo con la becada esto no siempre es tarea sencilla, de ahí que a algunos nos haya enganchado de esa manera y por eso muchos jóvenes que se inician -y algunos cazadores no tan jóvenes pero igualmente inexpertos en su caza- pasan muchas jornadas sin encontrar ninguna pieza. Toda actividad tiene sus tiempos de aprendizaje y una tan compleja y expuesta a tantas variables como ésta encierra un aprendizaje cuyos tiempos son mucho mayores, tanto para cazadores como para perros, que los de la caza de las diferentes especies de caza menor, excepto quizá la perdiz en la alta montaña.
Dicen los cazadores expertos que al perro de becada le sale una pata por año, queriendo significar con ello que hasta que no tiene al menos cuatro años no se puede considerar que es un perro hecho. También dicen que lo mejor para encontrarlas es comenzar buscando por los regueros y los fondos de los valles, alrededor de los arroyos y de las zonas más húmedas. Son consejos a los que debemos hacer caso en nuestras primeras temporadas y que, sin duda, nos van a facilitar su localización. Cuando conocemos poco de su caza y cuando conocemos todavía mal las características del acotado, es lo mejor dedicarnos al principio a inspeccionar los arroyos y los regueros que tengamos dentro del coto, porque en ellos o en sus cercanías es donde con mayor frecuencia vamos a encontrar becadas. Luego, poco a poco, podemos ir ganando altura en la búsqueda, si nuestro coto es uno de esos cazaderos con fuertes desniveles, o adentrándonos en la espesura del monte, si es que tenemos monte homogéneo por delante, pero siempre teniendo como referencia las zonas en las que el monte se ‘rompe’, como los ya citados cauces, los bordes de cortafuegos o incluso algunos claros que eventualmente se puedan ir abriendo. Más que tratar de encontrar un método general de búsqueda que nos pueda servir en todas las ocasiones, debemos utilizar el sentido común y pensar que en una ladera norte, cuando la helada es fuerte, resulta más difícil encontrarlas que en las zonas en las que el sol calienta el suelo, facilitando a las becadas la obtención de alimentos, por ejemplo.
Debemos prestar atención, como es lógico, a las diferentes condiciones climatológicas que el avance del invierno nos va a ir deparando, porque cuando el frío aprieta y las heladas se suceden, las becadas suelen ir dejando las cotas elevadas, así como cuando las lluvias arrecian, poco a poco suelen ir ganando altura. Muchos hemos observado que su comportamiento cambia cuando sopla viento fuerte, mostrándose más intranquilas y aguantando peor la muestra del perro, y que también se vuelven más esquivas y les cuesta más a los perros ponerlas cuando barruntan la nieve.
Son muchas las variables y numerosas las circunstancias que debemos tener en cuenta cuando nos aplicamos a la tarea de buscarlas, tanto por nosotros como por nuestros perros, por ello muchos becaderos llevamos apuntadas minuciosamente todas nuestras jornadas de caza. No sólo es una manera de alargar las jornadas y de poder recordar año tras año cada temporada (cuánto cazamos, cuántas hemos levantado, dónde, en qué fechas y con qué condiciones climatológicas, con qué perro las hemos visto y cuánto duró la jornada...), sino que se trata de montones de datos que se acumulan en nuestros cuadernos de caza y que consultamos cada nueva temporada buscando similitudes y coincidencias que nos puedan ayudar en la temporada presente, que nos puedan echar una mano y dar alguna pista.
(Texto: Julio Abad / Fotos: Shutterstock y Maite Moreno)