Caza menor: ¡a gestionar, ya!

Si vamos a gestionar en el tiempo en el que no se oyen el traqueteo de las escopetas, las voces de los cazadores y los ladridos de los perros, mejor comenzar la tarea nada más cerrar el periodo hábil. Ahora, gracias al bagaje de los meses de caza y especialmente a lo visto y abatido en las últimas semanas de campaña, tenemos relativamente claro cuánta ‘madre’ hemos dejado de perdices, conejos y liebres. La información aproximada de las poblaciones de caza menor a nuestra disposición nos servirá como referencia de cara a los censos de meses sucesivos y a las diferentes medidas a adoptar.
El impacto de la depredación sobre la perdiz, el conejo y la liebre es brutal, de ahí que el control de depredadores (sólo de aquéllos que nos permiten y bajo los métodos que nos autorizan) resulte de lo más trascendental en términos de supervivencia para estas tres especies presa. La agricultura moderna es un factor limitante y uno de los que más negativamente inciden en la viabilidad de determinadas especies íntimamente ligadas al agro español. A pesar de algunas acciones puntuales por parte de la Administración frente a sus desmanes medioambientales, el sector agrícola es muy poderoso y se encuentra bien organizado, por lo que hasta que las cosas cambien, nos toca estar en buena sintonía con los agricultores por el bien de la caza. Respeto de los linderos entre parcelas, siembras para la caza y supervisión de los trabajos de recolección, empacado y picado para minimizar el impacto en nidos y polladas son algunos de los acuerdos que se pueden alcanzar.
Mucho ha sido el ajetreo padecido por nuestras perdices, conejos y liebres en los últimos meses, así que ahora, instaurada la veda y con la época de cría por delante, la tranquilidad en los acotados debería ser norma de obligado cumplimiento. No queda tanto para la llegada de la primavera a nuestros campos, una estación donde a los animales no les faltará ni refugio ni agua ni comida. Sin embargo, pensando en el verano y en sus carestías, establecer una red de comederos y bebederos, o revisarla si ya existe, sería de lo más conveniente y limitaría mucho la predación sobre patirrojas, rabicortos y rabonas. Eso sí, de nada sirve que realicemos este trabajo si luego no abastecemos estos puntos de agua y comida periódicamente llegado su tiempo.
Un gran problema de muchos acotados españoles es la proliferación de maleza, constituyendo enormes marañales, como consecuencia del abandono de amplias superficies destinadas a cultivos como el almendro, la vid, el olivo, etc. Estos espacios perdidos terminan cerrándose y sirven más para camuflar a los predadores que para servir de refugio a las especies objeto de predación. Aunque es difícil y no siempre se conceden, deberíamos solicitar permisos para aclarar y limpiar estos enclaves, lo que beneficiaría tanto a la caza menor como a la lucha contra los incendios.
(Texto: J. M. G. / Fotos: Shutterstock)