Cómo y dónde cazar becadas

Las umbrías, los prados rodeados de monte, los torrentes y arroyos, los bordes de los cortafuegos y las veredas de los caminos son, desde mediados de noviembre en adelante, los mejores lugares para buscar a la becada y donde nuestros perros tengan que vérselas con todas las estratagemas y ardides de los pájaros acantonados e invernantes.
Es el momento en el que nuestros conocimientos cinegéticos se van a tener que exprimir al máximo para volver a levantar las becadas que hayamos fallado en un primer levante o a las que no hayamos podido tirar, bien sea porque nos han sorprendido con sus vuelos encubiertos por la vegetación, que siempre tratan de interponer entre ellas y su perseguidor, o bien porque hayan anticipado la huida sin dar a nuestros perros ocasión de ponerlas. La rebusca es muchas veces un ejercicio tan difícil como la misma búsqueda de la caza, si acaso más desesperante cuando, tras inspeccionar los alrededores minuciosamente, no encontramos el punto al que la esquiva becada ha dirigido sus pasos. Aquí la experiencia del cazador se convierte en algo fundamental, pues muchas veces nos obliga a tirar de todos nuestros recursos, incluyendo la imaginación, para poder dar con la presa.
Es importante, por eso, que guardemos en nuestra memoria todos los encuentros que nos sea posible recordar para poder utilizarlos en lo sucesivo, y también que recordemos esos lugares en los que los perros parecen haber tenido un rastro más o menos claro que finalmente no se tradujo en una ocasión clara, pues muchas veces estas pistas difusas son indicios ciertos de la presencia de becadas en la zona y pueden pasarnos desapercibidos si no estamos atentos y confiamos en la labor de nuestros perros. Lógicamente, cuanta mayor sea la experiencia de los perros y cuanto mayor sea nuestro grado de confianza en sus evoluciones, más fácil será para nosotros deducir la presencia o no de becadas tras estos lances infructuosos. Y también si estamos cazando con perros jóvenes e incluso si nosotros no conocemos bien el cazadero por el que nos movemos, más fácil será equivocar nuestros juicios en todos estos indicios que finalmente no conducen a un levante claro que nos indique, sin lugar a dudas, la presencia de una becada en las inmediaciones. Por estos motivos tenemos que guardar en la memoria estas aparentemente falsas alarmas y volver a cazar estas zonas en días sucesivos, porque al final es la única manera de confirmar o no que haya una becada por los alrededores. Y porque, además, los perros casi siempre tienen razón.
Una vez avanza la temporada las podremos encontrar tanto en las zonas más bajas como en las partes altas del acotado, dependiendo en gran medida de las condiciones climáticas y también, por qué no decirlo, del ‘capricho’ de las propias becadas.
Cuando cacemos los regueros tenemos que prestar atención no sólo a la zona interna del torrente, sino que además es importante cazar los alrededores del cauce, buscando claros entre la vegetación, escenarios soleados, pequeñas áreas de pasto o herbazales que permitan a las becadas apeonar por la zona, porque muchas veces las tendremos en sitios así con mayor facilidad que dentro del mismo cauce o lecho del torrente. Lo mismo haremos en los pequeños barrancos que vayamos encontrando.
Al final, como ya he dicho, lo más importante para tener éxito a la hora de buscar es buscar por donde están las becadas, porque por mucho que sepamos y por muy buenos que sean nuestros perros, pocas vamos a encontrar si buscamos por donde no están.
(Texto: J. Abad / Fotos: Maite Moreno, Míkel Torné y Archivo)