Cómo iniciarse en las becadas

Y para ello, cazadores y perros nos vemos inmersos en un escenario al que no estamos en absoluto acostumbrados y que en ocasiones es sumamente hostil. Lo primero que deberíamos saber es que cazar becadas no es fácil, nada fácil. Si bien es cierto que cualquiera puede cazar una becada, hay que decir que no es lo mismo haber cazado una becada sin ir a buscarlas, que encontrarla y abatirla cuando se la busca exclusivamente.
La caza de la becada requiere decisión de buscar la especie concreta a cazar, en este caso la becada, y determinación para encontrarla, aun al precio de abandonar la posibilidad de encontrar otras especies. Y es esto algo que aquéllos que se acerquen a la caza de la becada deben saber y entender, sopesando bien los pros y los contras que esta decisión acarrea para no lamentarnos cuando estemos en mitad del monte y probablemente no veamos pájaro alguno.
Quizá muchos lectores puedan pensar que para esta caza tan especializada, que cuenta con tal variedad de artilugios y aparatos tan especializados, haga falta un sinfín de equipamiento para su correcto desarrollo y, lamentablemente, la mayoría de las economías cinegéticas no están hoy en día para tales dispendios. Es cierto que una escopeta con cañón estriado y recámara magnum es una buena opción para la mayoría de los disparos que vamos a efectuar en la espesura; también es cierto que un collar localizador con GPS es mejor que un beeper y que un beeper es casi imprescindible cuando el perro anda tan lejos como tiene que andar durante la caza; es absolutamente indudable que un buen perro becadero cuesta mucho de hacer y mucho más de comprar y que necesita varias temporadas para aprender, conocer y asentarse... Pero si todo esto fueran obstáculos infranqueables nadie hubiera nunca dado el primer paso dentro del monte para cazarlas y sabemos que se llevan cazando muchos años, tantos que ni existían escopetas estriadas, ni beepers, ni todoterrenos, ni nada de eso.
Lo principal y absolutamente necesario para cazar becadas con perro de muestra es, obviamente, un perro de muestra. El cazador de becadas necesita tener un perro especialista y debe trabajar para conseguirlo, porque el perro es la mayor garantía de éxito en esta modalidad. Cualquiera puede entender que cuanto mejor sea nuestro perro más becadas encontraremos, porque la becada es una especie que debe ser encontrada por el perro. Nosotros, como cazadores, podremos orientar al perro, dirigirlo a los lugares más querenciosos o que consideremos mejores, meterlo en la zona en la que hemos levantado becadas en otras ocasiones o en las que nos han dicho haber visto alguna, pero encontrarla, al final, la tiene que encontrar el perro.
Las primeras cacerías
Está claro que un cazador primerizo no puede tener un perro especialista, pero si contamos con un perro buen mostrador, que sabe encontrar y mostrar perdices salvajes y que mantiene la postura y la calma hasta que el cazador llega a servir la muestra, si nuestro perro caza para nosotros, es valiente y de búsqueda activa y razonablemente independiente, aunque el terreno se cierre y se complique, podemos tener ciertas garantías de éxito en nuestras primeras cacerías.
En estas primeras incursiones nos olvidaremos de la técnica moderna. Un buen campano hace milagros, así que vamos a dejar de lado en estas primeras salidas los recientísimos GPS e incluso los beepers. Para empezar no nos hacen falta, aunque estos aparatos bien usados se van a volver imprescindibles a medida que vayamos ganando experiencia en la especialidad.
El campano, nuestro oído y atención son imprescindibles para entender las evoluciones de nuestro perro dentro del monte, de manera que en pocos días seremos capaces de interpretar cuándo nuestro auxiliar canino está buscando, cuándo ha encontrado rastro o va siguiendo un peón o si de pronto está persiguiendo alguna especie de pelo, con sólo distinguir las cadencias de su sonido.
En cuanto a la escopeta, tampoco será necesario contar con las armas específicas para la caza de la becada, de cañones cortos y estriados. En estas primeras salidas bastará con llevar los choques más abiertos, en caso de contar con polichoques, cilíndrico y cuatro estrellas en primer y segundo tiro respectivamente, conjugándolo con munición de octava a décima, sin necesitar tampoco más allá de 32 ó 34 gramos, que nos darán un plomeo razonable en distancias cortas y, al ser un gramaje medio, una buena velocidad de salida. No obstante, como cada escopeta es un mundo, resulta recomendable probar primero la munición a distancias cortas, entre diez y veinte metros, dependiendo de las características de nuestro acotado. Si nuestra escopeta fuera de choques fijos, siendo los más habituales de tres y una estrellas, resulta interesante probar municiones dispersantes, del tipo rabbit, con plomos de octava o novena.
Y con todo esto, un perro, una escopeta y un campano, no necesitamos en principio nada más, excepto tener en cuenta que el que tiene que andar y batir terreno es nuestro perro. Que debemos andar más despacio de lo que creemos, pues es más importante explorar menos terreno y más minuciosamente que pasar de largo avanzando sin sentido.
Las regueras hay que explorarlas a conciencia, pues es en ellas en las que con mayor probabilidad las encontraremos, así como los bordes del monte, los cortafuegos y las pequeñas vaguadas húmedas. A base de buscarlas iremos poco a poco aprendiendo a andar por el monte, a conocer a las becadas y a respetarlas. Hemos de tener en cuenta que es más importante que el perro las localice que matar una que vuela sin que el perro la haya podido mostrar; nos fijaremos hacia dónde ha volado y trataremos de buscarla nuevamente, poniendo al perro en condiciones de poderla mostrar, y si luego no la encontramos, siempre debemos pensar que allí estará el próximo día y seguramente tendremos más suerte en localizarla.
(Texto: Julio Abad / Fotos: Shutterstock, Alberto Aníbal-Álvarez y Maite Moreno)